Rise Against en Flores: aullarle a la tormenta
La banda de Chicago volvió a Buenos Aires y adelantó un disco marcado por los tiempos que se vienen.
Cuando los miembros de Rise Against arrancan un recital con “Give It All”, no solo están buscando meter un arranque al palo. Están de alguna manera anunciando una premisa que van a cumplir por el resto del show: vinieron a darlo todo. La banda liderada por Tim McIlrath volvió a brincar sobre el Teatro de Flores, a cinco años de su última visita a nuestro país y a ese mismo lugar, y ofreció un show con toda la fuerza que los caracteriza.
“¿Quién de ustedes ya nos había visto en vivo?”, preguntó el vocalista, y las cientos de manos que se alzaron en el aire (probablemente más de la mitad de los presentes) dejaron en claro que lo de Rise con el público argentino ya es una relación con cierta historia. Y sí, conocen a nuestra gente y sabían con qué se iban a encontrar, además de cuáles son los elementos que la hacen efervescer. No pasó mucho tiempo entre que las luces se apagaron y cuando McIlrath se abalanzó sobre la audiencia esgrimiendo su micrófono, invitándola a ser parte de esa fiesta que acababa de comenzar.
Por ahí va la gran dicotomía que planteó el recital. Por un lado estaba la calibradísima química de los cuatro en el escenario, que funcionó con una soltura muy segura, casi mecánica. Por otro, el alegre salvajismo que sus canciones despertaban en el ambiente. Mientras que en el suelo del teatro los chicos y las chicas se desataban entre el pogo, el mosh y los circle pits, desde arriba de las tablas se conducía todo con un gran profesionalismo, digno de una de las bandas exponentes del hardcore melódico mundial.
La lista de temas fue tan efectiva que, quizás, fue justamente por eso que no dio muchas sorpresas. Uno tras otro se sucedieron los temas más importantes de toda su discografía, y aquellos que encabezan cualquier ranking de la banda: “Satellite”, “Re-Education (Trough Labor)” y “Prayer of The Refugee”, entre otras, hicieron que el lugar se venga abajo con el canto de todos los presentes. Probablemente más de uno haya sentido la falta de algún tema de The Black Market, el disco que sacaron en 2014 y no vinieron a presentar a la Argentina. Más allá de eso, sí hubo un par de perlas. Sonó “Survive”, a la que Tim introdujo como “una de esas canciones que no son las más populares y se pierden en un rincón del álbum, pero que los fans cargan de significado y sentimiento”.
Fue justamente esa, también, la canción que eligieron para dedicar a las madres de los desaparecidos, ganándose una fuerte ovación del público. Y como era de esperarse, ese no fue el único momento político del show. En varias oportunidades el cantante se tomó el tiempo, mientras la banda alargaba el comienzo de la siguiente canción, de hablar sobre el mensaje que los Rise Against vienen promoviendo desde un comienzo. El de hacer de este un mundo mejor, juntando esperanzas para movilizarse y cambiar todo lo que tenemos a nuestro alcance. “Quizás nuestras canciones no cambian el mundo, pero le ponen un nombre y le dan una identidad a problemáticas que no hay que dejar pasar”, manifestó McIlrath, mientras más de uno levantaba un puño en señal de respeto.
La era Trump y el pensamiento conservador que aflora en algunas partes del mundo está dando mucha tela para cortar a todos aquellos artistas que siempre se caracterizaron por unir su arte con la protesta y el compromiso social, movilizando aún más a algunas figuras del rock (la aparición de los Prophets of Rage, la reunión de Audioslave, entre otras). El próximo disco de Rise Against parece no escapar a esta tendencia y compartir ese sabor a lucha: Wolves, que se lanzará el próximo 9 de junio, tuvo su momento esa noche en Flores, con tres canciones que sonaron como adelanto de ese nuevo trabajo. Además de la que da nombre al álbum, se sintieron “Welcome to the Breakdown” y “The Violence”, el single que estrenaba lyric video ese mismo día y tiene una letra que nos increpa: ¿acaso no somos capaces de crecer por sobre “la violencia en nuestra naturaleza”?
Crónica: Lisandro Ruiz Díaz.
Fotos: Nick Zanotti