METALLICA EN LOLLAPALOOZA: VIEJOS SON LOS TRAPOS

Reviví el histórico show que la banda dio en San Isidro, ante más de 90 mil personas.

Fotos cortesía de DF Producciones / Lollapalooza Argentina
Remeras de Hermética, remeras de Horcas, remeras de V8, Megadeth, Slayer, Sabbath, etc. Juntadas previas al ingreso, comida, un par de birras y, a veces, un cigarrillo. Estamos describiendo la escena de los alrededores de Vélez en 1993.

Pero también estamos describiendo lo que pasó el viernes en las zonas aledañas al Hipódromo de San Isidro. Quizá, ahora, los hijos de aquellos que se juntaron a tomar una birra esperando a ingresar a Vélez hace 24 años, repitiendo la historia. Quizá, padre e hijo, juntos, compartiendo ese ritual de la previa.

Al salir del predio, finalizado el show. Pizzerías llenas de gente con remeras de Metallica, birras y muchas ganas de charlar y debatir qué fue lo mejor y lo peor del show. Otra vez, la misma imagen.

Decidimos empezar esta crónica con el principio y el final. Desde que Metallica fue anunciado como uno de los grandes nombres de la cuarta edición nacional de Lollapalooza, se generó un caldo de cultivo para que muchísimos religiosos extremistas levantaran su cruz contra Hetfield y compañía.

"Cómo puede ser?", "Y sí. Metallica dejó de ser lo que era hace mucho", "caretas", "Lars, la concha de tu madre" (porque siempre hay que putear a Lars)

Metallica es una de las bandas más queridas y odiadas de la historia de la música. Siendo uno de los máximos exponentes de su género, un género históricamente conservador y reacio a la apertura artística, en la mayoría de los casos (no cometan el error de pensar que los metaleros son cerrados. Pocas tribus en el mundo son más liberales que los fanáticos del heavy, más allá de su firme posición ante determinadas cuestiones musicales), pasaron por una evolución inmensa de creatividad artística a lo largo de su carrera.

Kill 'Em All, Ride The Lightning, Master Of Puppets. Tres joyas. Tres discos esenciales del heavy metal. Tres obras que ayudaron a desarrollar una maquinaria de bandas incontables, que hasta el día de hoy persisten. Cliff Burton, esa leyenda, ese mito que se hace grande a medida que Metallica se mete en terrenos más desconocidos. Como si se tratara de la vara para medir la honestidad de Metallica a través de los años.

Todo lo que hizo Metallica después de la muerte de Cliff Burton en 1986 (luego de la salida de Master Of Puppets), fue bastardeado por muchísimos fanáticos y comparado hasta el absurdo, pensando en qué habría hecho o dicho o pensado el bajista si estuviese vivo y viera cada acontecimiento de la banda. "Qué pensaría Cliff si estuviese vivo y viera a Metallica con el pelo corto y en el Lollapalooza?" dijeron muchísimos.

En Argentina, ante la novedad, solemos ser existitas y/o reaccionarios. Por tratar de imponer ideas que, a veces, nadie tiene ganas de escuchar, solemos cometer el pequeñísimo error de no indagar un poco en los datos fácticos. Metallica tocó muchísimas veces en Lollapalooza. Más de 20. La escena en San Isidro, antes y después del show, fue la misma que ocurrió en 1993 en Vélez, donde (por ser hace 24 años y mucho pelo largo) Metallica estaba bien porque todo era más sucio. Ahora parece que está mal.

Dónde se "vendió" Metallica? Estamos viendo y repasando momentos en los que la banda se mantuvo y se mantiene fiel a sus principios. Sólo se dedican a tocar. Cómo nos cuesta vivir y dejar vivir a veces. No es Metallica el problema. El problema es la gente, que cuando no está de acuerdo con algo, en vez de respetarlo, a pesar de no estar de acuerdo, lo bastardea hasta el hartazgo.



Fueron 2 horas y 10 minutos frenéticos. Uno de los mejores shows de Metallica en Argentina, sin dudas. Centrados en su último trabajo discográfico, "Hardwired... to Self-Destruct" (con el cual supieron, definitivamente, comprimir toda su historia en un disco), cuando se apagaron las luces del Main Stage 1, luego del ya clásico momento que recuerda a "El Bueno, el feo y el malo" con toda la gente coreando "The Ectasy Of Gold", arrancó el redoblante violento del tema homónimo del último disco (aunque en su versión de estudio), ante lo cual el público empezó a delirar. Salió la banda para enganchar el vivo con la versión grabada, y explotó la noche.

Luego de "Atlas, Rise!", se vivió uno de los momentos más calientes de todo el Lollapalooza.
"Join us", dijo Hetfield, y gritó "For Whom.... the Bell... Tolls!!!!". La batería de Lars Ulrich te pegaba en el pecho. 90 mil personas saltando. Las caras de toda la banda reflejaban la sensación general de alegría pura de la gente. Fue imponente. Las imágenes en las pantallas temblaban porque el público saltó tan fuerte que las cámaras no paraban de moverse. Un caos excelentemente organizado.



Reclamar el pogo violento, clásico de cualquier show de metal, es absurdo. Estamos hablando de un festival donde hay familias enteras, gente grande, mucho público femenino y gente que va de curiosa. Los pogos del metal tienen sus códigos, respetados en todo el mundo. Aplaudimos a los miles de metaleros que estaban adentro del predio y supieron amoldarse a la ocasión. Quizá eso es lo que Metallica viene demostrando. No importa dónde toquen, la esencia es la misma. Están impecables.

Su carrera se vio opacada por más de una década luego del fiasco de St. Anger. Metallica necesitaba sacar un disco que demuestre que no sólo de clásicos se vive, y si bien Death Magnetic fue un gran disco, "Hardwired..." le devolvió esa frescura a la banda que hace tantos años necesitaba. Y de la nada, miles de personas cantan y corean los nuevos temas. Mucho trash, momentos densos que recuerdan al Black Album y una formación intacta.

"Now That We're Dead" y "Moth Into The Flame" fueron los elegidos por la banda para mostrarle al público de qué se trata esta cara de Metallica 2017. Antes, dos inolvidables: One (con el clásico inicio de helicópteros, bombas, tiros y un sonido demoledor que te hacía pensar que estabas en el Imax por momentos, dado que además, las animaciones en las pantallas estaban espectaculares) y The Memory Remains.

Fue en este momento donde vimos algo muy interesante. Mientras mucha gente se acuerda de Burton para usarlo como excusa para criticar la comercialidad de la banda, Robert Trujillo, luego de Halo On Fire (también del último disco), nos regaló un solo de bajo en el que tocó de manera enérgica un fragmento de "Anesthesia (Pulling Teeth)", ese oscuro y majestuoso tema que marcó la grandeza eterna de Burton, obligatorio para escuchar si te querés meter de lleno en la historia de la banda. Pasaron los años, pasaron los cabellos largos, las caras serias, pero Burton sigue estando y esta vez, desde arriba del escenario, reivindicado por la misma banda y aplaudido por un público memorioso.



Lo que siguió, fue el punto máximo del show hasta el final. "Nunca hicimos esta en Buenos Aires", dijo James Hetfield antes de arrancar "Hit The Lights" (lo cual es verdad, ya que la tocaron solamente en Córdoba en 2010). Ollas y ollas a lo largo del predio. Fue una violenta versión en la que el público, desde ahí hasta el final, no bajó nunca. Al contrario, incrementaban los gritos, los coros y las ollas, a medida que avanzaba el setlist.

Hetfield exclamó que "a la gente de Argentina, cuando le gusta algo, le gusta en serio... así que canten esta con nosotros, como ustedes saben hacerlo". Lo que vino a continuación fue letal. "Sad but True", "Wherever I May Roam", "Master Of Puppets" y un solo de Kirk Hammet para el recuerdo, rompiendo todas las cuerdas de la viola frente a la cámara para terminar ovacionado como un luchador de boxeo al final de una pelea.  Siguieron Fade to Black y el quilombo total en Seek & Destroy para que la banda se vaya a tomar unos tragos.

Llegó el único bis de la noche. Ese intervalo que, a medida que pasan los años, las bandas acortan cada vez más (por suerte). Cuando todos esperaban "Nothing Else Matters", sorprendieron con una emotiva "Fight Fire With Fire", la que fue recibida con las manos en alto, casi con el orgullo de aquellos que se compraron "Ride The Lightning" en alguna disquería porteña en la década de los 80's. Un buen aperitivo para los dos últimos temas de la noche. Nothing Else Matters, esa balada que los condenó a la eternidad como "vendidos" por muchísima gente alrededor del mundo, despertó la emoción de todo el predio, quizá porque es el tema, junto con Enter Sandman, más conocido de la banda a nivel general.

Ya sean los clásicos de los 80's, los odiados de los 90's, los bastardeados de los 2000 o los renovados del 2017, Metallica demostró, en serio, que son una de las bandas más grandes de la historia de la música, no por su contenido, sino por su perseverancia y constante búsqueda de nuevos horizontes.

Si seguís indignándote porque Metallica sigue rompiendo los moldes clásicos de una banda de metal, andá a comprarte varias cajas de tafirol. Porque como viene la mano, en un par de años son capaces de tocar en el Bailando (evaluados por Polino y el séquito de pelotudos de ese programa, fijate) y seguramente les salga bien.


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