MUSE EN ARGENTINA: La dimensión paralela

El trío británico presagió un futuro distópico cooptado por tiranos con forma de exoesqueletos.

El pasado viernes 11 de octubre, en el Hipódromo de Palermo, Muse se encargó de raptar a sus seguidores llevándolos a su universo de realidad virtual. Presentando su último trabajo “Simulation Theory”, divagaron a través de bailarines-milico-tecnológicos, luces led, la promesa de una tormenta, confeti, robots y más de 20 mil personas, entre otras cosas. Si bien el recital estaba originalmente planificado para las 21hs., debido a cuestiones meteorológicas lo reprogramaron para que el conjunto inglés salga a escena a las 20hs. 

Minutos después del horario pactado, inició la inmersión hipnótica. Su versión alternativa de “Algorithm” comenzó a sonar mientras se leía en las pantallas la frase “We are caged in simulations” (“estamos atrapados en simulaciones”), un enunciado propio de Muse. Tenían razón; durante casi dos horas sumergieron a los convocados en un apocalípsis de videojuego de ciencia ficción.


Christopher Wolstenholme -bajista- y  Dominic Howard -baterista- aparecen en el escenario junto a unos soldados que vestían trajes luminosos, sostenían unos trombones y marchaban por la pasarela del escenario hasta la plataforma circular de la punta. Una vez allí, los militares lumínicos se preparan para darle pie a un joven que se presenta saliendo de forma heroica desde el centro de la plataforma. Es Matt Bellamy. Su vestimenta acompañaba toda la propuesta escénica: campera brillosa de colores y unos anteojos con luces en el lente (sí, nadie sabe cómo hacía para ver).

El primer balazo fue “Pressure”. A partir de ahí el público ya estaba arrodillado a sus pies, aceptando la oferta sin chistar. Le siguió “Psycho” del álbum “Drones”, y de forma cuasi-guerrera el ejército de oyentes cantaba como queriéndose revelar en contra de alguna fuerza mayor. Lo mismo sucedió más tarde en “Uprising”, un himno para dejarlo todo atrás y entregarte a la guerrilla electrizante.

Lo único que desentonó fue el sonido de “Propaganda”. La distorsión se escuchaba más como un ruido molesto que como una canción, lo cual fue un poco frustrante ya que es un tema para dejarte llevar y bailar. Más allá de este desperfecto técnico, siguieron con su impecable performance, pasando por clásicos afilados como “Plug in Baby” o “Hysteria”.

Entre canciones los espectadores pedían “Showbiz”, o por lo menos así lo hicieron del lado izquierdo. Dada la insistencia, Dominic negoció: “Showbiz” o “Bliss”. Una oferta cruel en la que se formó la verdadera grieta. Finalmente se decidieron por “Showbiz” y sin desazón, el público cedió.

El panorama se dio vuelta con el gospel futurista de “Dig Down”. La imagen de los tres músicos en la punta de la pasarela con un cielo que soltaba algún que otro relámpago y una leve llovizna caracterizaron una velada espiritual. “Madness”, su hitazo de “The 2nd Law”, también fue parte de esa faceta celestial. En ese momento Bellamy cubrió sus ojos con unos anteojos cuyos lentes poseían unas pantallitas en donde se reproducía la famosa letra. Los asistentes se rindieron ante ellos cantando cada palabra y creando una suerte de sesión religiosa.

Continuaron apostando entre confeti y éxitos como “Time is Running Out” y la célebre “Starlight”. Llegando casi el final, después del primer encore, siguieron provocando con su último álbum, en esta ocasión le tocó a la versión original de “Algorithm”, a su vez, volvieron los ocho o diez soldados marchando con sables de luz. Dos de ellos cargando por encima suyo un robot de aproximadamente metro y medio.


Para la última canción, “Knights of Cydonia”,  la masa ya estaba absolutamente satisfecha más allá del recorte del medley, que contenía “Stockholm Syndrome”, “Assassin”, “Reapers”, “The Handler” y “New Born”. Aún así, Muse terminó de contar su profecía con la aparición amenazante de un muñeco ancho y largo como el escenario con la forma de un robot al estilo Alien/Terminator. Este fue el punto cúlmine del apocalípsis: la lluvia caía como agua bendita, los furiosos rayos azotaban el paisaje, la música era energizante, el pogo era intenso y la gente cantaba como si de una vez por todas, el planeta tierra estuviese en la recta final.

En definitiva, estos muchachos comprobaron una vez más que son leyenda.


Crónica por Dolores Iraola Pierini
Fotos por Cristhian Gamarra

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Comentarios

  • Matias Szrabsteni

    Me encanto la nota, se siente Muse en cada palabra