La depresión, ¿un mal común en la música?
Recorremos declaraciones de Chris Cornell, Chester Bennington y Hayley Williams, entre otros, en busca de respuestas.
Hace poco más de un año recibíamos la triste noticia de que Chris Cornell se había suicidado en su habitación de hotel luego de un show. Esto hizo resurgir viejas entrevistas, en una de las cuales, diez años antes de su suicidio, hizo referencia a lo mal que lo hacía sentir el proceso de escribir canciones en el estudio, al cual consideraba un lugar demasiado oscuro y solitario, que lo hacía sentir aislado del resto del mundo, atribuyéndole a esta situación el hecho de haber padecido de depresión en el pasado.
En otra entrevista, con Men’s Health, sostuvo que había estado deprimido por mucho tiempo y que “si estás deprimido por el tiempo suficiente, llega a ser casi una comodidad, un estado mental con el cual ya hiciste las paces porque estuviste así por demasiado tiempo.”
Algo similar ocurrió con Chester Bennington, frontman de Linkin Park, quien se suicidó hace casi un año luego de decir en su última entrevista que había llegado a un punto de su vida en el que podría rendirse y morir o luchar por lo que quería, y había optado por la segunda opción. En la misma entrevista describió el proceso de escribir One More Light, el último álbum de Linkin Park, como algo terapéutico, algo que lo hizo sentir esperanzado y querer seguir avanzando.
Su esposa se encargó de publicar, unos meses luego de su muerte, un video en Twitter, donde se lo ve jugando y riendo con sus hijos sólo 36 horas antes de suicidarse. El video sirve como recordatorio visual de que las enfermedades mentales pueden estar ocultas a plena vista, y que la expresión exterior de cualquier persona puede no guardar ningún tipo de relación con cómo se siente realmente.
Que todo esto haya hecho ruido una vez producidas sus muertes y no en el momento de los dichos en cuestión nos hace reflexionar cuánta (o cuán poca) atención le prestamos a este tipo de cuestiones que, en realidad, deberían ser primordiales, por ser algo fundamental en la recuperación de cualquier persona que padezca un trastorno mental: un grito de ayuda.
Es por este tipo de antecedentes que hoy resuena más en el ámbito musical el hecho de que un artista pueda abrirse y admitir tanto a su público como a sí mismo que está mal. En consonancia con esta temática, Hayley Williams, vocalista de Paramore, escribió a fines del mes de Mayo, una editorial para Paper Magazine en la cual se abría respecto a sus propias dificultades.
“Imagínense a una niña pequeña, bailando y girando en una vereda usando un vestido colorido. Con los ojos cerrados, riéndose. 30 metros sobre ella, alguien empuja un piano desde la ventana de su departamento, y no tiene ningún otro lugar donde ir salvo hacia abajo. Bueno, yo era niña.”
Así describe Williams cómo se sentía al momento de escribir Alfter Laughter, el último álbum de estudio de Paramore, una época durante la cual le costó ponerse de acuerdo con el coautor de sus canciones y miembro de la banda, Taylor York, porque sus letras sonaban demasiado optimistas y las de ella, en sus propias palabras, sonaban como si las hubiera escrito alguien muerto, alguien que ella no conocía.
“No comía, no dormía, no reía… por un largo tiempo. Sigo dudando si llamarlo depresión. Principalmente porque me da miedo que la gente lo ponga como un titular, como si la depresión fuera algo único e interesante y mereciera un click. La psicología es interesante. La depresión es una tortura.”
Escribir las letras de After Laughter la ayudó a ser más honesta con lo que le estaba pasando, a amigarse con su propia salud mental y sacarle el estigma a eso que tanto le tenía miedo. Basta con poner un poco de atención a lo que uno está escuchando para que salgan en evidencia frases como “No puedo pensar en volverme vieja, sólo me da ganas de morirme” o “No necesito ayuda, puedo sabotearme por mí misma” en Caught in the Middle; o “Chico rosado, te escucho hacer tanto ruido sobre el mundo que querés ver, y me molesta tanto, porque acabo de matar lo que quedaba de optimismo en mí” en Rose-Colored Boy.
Algo similar le ocurrió a Gary Lightbody, cantante de Snow Patrol, quien tan sólo unos días después de los dichos de Williams admitió en una entrevista con Radio X haber pasado por períodos muy oscuros en los últimos tiempos, lo cual influyó indudablemente en el último CD de su banda, del cual “Don’t Give In” fue corte de difusión. Lightbody dijo que es la canción más difícil de cantar de toda la trayectoria de Snow Patrol, porque habla sobre sus propias dificultades personales.
“No te rindas, no te atrevas a rendirte tan fácil, a dar todo lo que tenés en tu alma” dice la primera estrofa, que luego se repite como estribillo, y que suena casi como un grito desesperado de Lightbody para recordarse a sí mismo que todavía puede seguir adelante un poco más. Al respecto, dijo que con esta canción se estaba enviando un mensaje a sí mismo “ahí es donde tenés que empezar. Es arrogante creer que entendés lo que pasa en la vida de otra persona. Encargate de tu propia m*erda primero y después, si eso influye en otra gente, es buenísimo”.
Sobre sincerarse respecto a esto, dijo que conocía a mucha gente que había pasado por períodos oscuros, pero que nadie es bueno hablando al respecto, por lo que consideraba positivo que el mundo estuviera cambiando en cuanto a ser un poco más receptivo a este tipo de temas, sacándole el tabú a la salud mental.
En la misma línea se expidió Dan Reynolds, cantante de Imagine Dragons, en su última visita a Argentina en el Lollapalooza del pasado Marzo, antes de entonar Demons.
“Cuando tenía 13 años comencé a notar que había algo diferente en mí respecto a los otros niños de mi clase. Todos ellos eran felices, sociables, y yo estaba en una vida deprimente. Cada día despertaba y todo era gris, estaba atontado y no sabía por qué. Años más tarde, tenía algo que está estigmatizado en nuestra cultura hoy en día, algo que debe desestigmatizarse, porque estamos perdiendo jóvenes a causa de esto: fui a un terapeuta y me dijo que tenía depresión.”
El relato se transforma en un mensaje de esperanza para todos aquellos que se sientan de esa manera: “La depresión no me define” dice Reynolds, animando a su público a que pida ayuda, que acuda a un psícologo y, sobre todo, que recuerden que de todo se puede salir, que hay una luz más allá de toda esa oscuridad.
No caben dudas de que el estigma social se está eliminando y que la salud mental está cobrando más relevancia. Artistas de todos los géneros y edades, referentes de públicos completamente distintos, se están animando a hablar y a compartir lo que realmente pasa en sus cabezas. Esto sirve como recordatorio de que los trastornos mentales pueden afectar a cualquiera y a diferentes niveles.
Quizás, abriendo un poco más los ojos y prestando más atención a lo que nos rodea podamos mejorar el panorama de aquellos que, como nuestros ídolos, no están del todo bien y tal vez aún no se animan a pedir ayuda.
Por Lara Gschwind.