Korn en Malvinas: Lluvia, rastas y pequeños Trujillos

La banda se presentó por cuarta vez en nuestro país, con el joven Tye Trujillo en reemplazo de Fieldy.

Fotos: Cristhian Gamarra

Luego de que nos llegara la noticia de que Korn volvería a nuestro país, no apareció otra cosa más que entusiasmo. Sin embargo, tenemos que admitir que el asunto se puso más interesante cuando, hace algunas semanas, se anunció que Fieldy no podría venir en el bajo y que su reemplazo (para sorpresa de muchos) sería Tye Trujillo.

¿Quién es este Tye Trujillo? Un chico de 12 años, bajista en una banda llamada ‘The Helmets’ y, por si fuera poco, hijo de Robert Trujillo, de Metallica.
A pesar de que la mayoría pareció recibir la noticia de manera positiva (porque, seamos honestos, representa una vuelta de tuerca a los shows anteriores que hemos visto de Korn, y nos permite ver algo único y, posiblemente, irrepetible), hubo, como siempre, ciertos fanáticos que se encontraron reacios (algunos hasta enojados) frente a éste anuncio. Todo este enojo generalmente nace y muere en las redes sociales, pero uno siempre tiene el miedo de que alguno de esos inadaptados traslade su enojo el día del show, al igual que le pasó a Axl Rose cada vez que vino a Argentina, a Las Pelotas cuando teloneó a AC/DC, o a las Calamity Jane teloneando a Nirvana, por dar algunos ejemplos. Lamentablemente, siempre hay algún cabeza de termo que amenaza con arruinar un show (pero para nuestro alivio, la cosa terminó siendo muy distinta).

El día comenzó con fuertes lluvias, que azotaron a los pobres fanáticos que formaban el ingreso al show. Los más arriesgados llegaron a formar fila hasta 1 hora debajo del agua para poder ser los primeros en ingresar. Los más cautelosos, se refugiaban en el techo de la estación Arata. Llegó el momento de apertura de puertas, con un ingreso tranquilo, salvo por algunos casos aislados de gente discutiendo en los molinetes por la veracidad de entradas (dado que algunas de ellas estaban completamente empapadas y generaban ciertas dudas).
Como es costumbre, los primeros en llegar se abalanzaron contra el vallado para conseguir los mejores lugares. Luego de un arrasador show de parte de A.N.I.M.A.L., que encajó perfectamente con el público de Korn (pulgar arriba para la organización), los plomos comenzaron a armar el escenario para lo que todos estábamos esperando, y la primer sonrisa apareció en la cara de los fanáticos, al ver que montaban en el escenario a nada más ni nada menos que “The Bitch”, el icónico micrófono de Jonathan Davis (que no estuvo presente en el show de 2013, dado que no se lo dejaban pasar por aduana). 



21:30hs. Entradas agotadas, y un estadio lleno de nervios y ansiedad, que no tardaron en convertirse en los clásicos cantitos del “Olé-olé”. Finalmente, las luces se apagaron, acompañadas por un mar de gritos. El primero en aparecer fue Ray Luzier, quien azotando los bombos, intentó levantar a un público que ya estaba sumamente despierto. Los siguientes en aparecer fueron Head y Munky, acompañados del pequeño Trujillo, que tomó su modesto lugar en una tarima junto a la batería. Los gritos del público alcanzaron el pico más alto cuando apareció la figura más esperada: Jonathan y 'The Bitch' se encontraron nuevamente, y tras los primeros rasgueos de ‘Right Now’, se inauguró la fiesta. Bienvenidos al show de Korn.

Si hay una particularidad que cualquier oyente puede notar en muchos de sus temas, es que Korn cuenta con la fórmula de “la calma antes de la tormenta” (como diría nuestro buen amigo Gandalf). Una intro “relajada”, casi en un estado de trance, para luego pasar a una explosión de sonido y de energía. Energía que de una manera u otra tiene que ser canalizada y liberada. Nosotros, como público, lo hacemos saltando hasta el techo en una masa uniforme. Los muchachos de Korn, sin embargo, lo hacen reboleando sus rastas, casi de manera coreográfica con su música. Hermosa combinación.

Terminado el primer tema, el joven Trujillo abandonó su modesta posición detrás del resto de la banda, y se adelanta para posicionarse junto a Head. Inmediatamente la gente comenzó a corear su nombre, y todos nuestros temores desaparecieron. Un solo tema alcanzó para probar que está a la altura del reto, y que no hay lugar para el odio infundamentado. Esa noche, un estadio completo le dio su apoyo y voto de confianza a un joven con muchísimo potencial y carrera por delante.



El show continuó con temazos como ‘Here to Stay’ y ‘Rotting in Vain’, y a partir de éste punto fue difícil decidir donde centrar la mirada. Si apuntar al hipnótico Ray Luzier (que con su modo de tocar es ya de por sí un espectáculo aparte), a Jonathan Davis con su monumental prescencia, o a sus virtuosos “wingman”, Head y Munky. Debemos admitir, sin embargo, que en gran parte del show, la mayoría de las miradas se las llevó la novedad, el pequeño Tye. A diferencia del show en Colombia, acá tuvimos un pequeño Trujillo mucho más suelto. Tocó su bajo de un modo frenético con sus dedos (felicitaciones al padre por inculcarle ese fabulosa costumbre de tocar el bajo de ese modo), pegó saltos por el escenario, codo a codo con sus colegas, y sacudió violentamente su melena, logrando mimetizarse de manera perfecta con sus pares.

La voz de Jonathan Davis por momentos flaqueó (e incluso se lo pudo ver con oxígeno, al igual que en 2013), pero sigue siendo digna de ovaciones de pie. Su desgarradora garganta sigue transmitiendo la emoción de sus letras al igual que 20 años atrás.

Algo que llamó la atención, es que de los 16 temas que tocaron, solo 2 fueron del nuevo disco. El resto, un clásico atrás de otro: Word Up!, Coming Undone, Blind, Falling Away From Me, y Freak on a Leash. Qué más pedir?

Terminado el show, uno comienza a procesar lo que acaba de vivir, e inevitablemente se pone a hacer comparaciones con las visitas anteriores. Tarea difícil, con una banda que tocó en River, en el Luna y en Malvinas. Que tocó con y sin Head. Con y sin Fieldy. Quedará en cada uno decidir.

Ya una vez fuera del estadio, el cielo sigue amenazando a los miles de fanáticos, que tras ser azotados durante más de hora y media por el pogo, ahora serían azotados por la lluvia. Aun así, hay cosas que el agua no puede borrar. Las sonrisas que tatuó Korn en nuestros rostros ésta noche, son totalmente a prueba de agua.

Crónica: Santino
Fotos: Cristhian Gamarra








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