Kermesse Redonda en Groove: recuerdos que no mienten

El pasado fin de semana, el tributo a los Redondos que encabezan Sergio Dawi y Semilla Bucciarelli se hizo presente y con él, el espíritu de Patricio Rey.

Fotos: Cortesía Kermesse Redonda / Hernán Huguet

Como si se tratara de un recorte del tiempo que se impone en el espacio, el pasado sábado 7 de septiembre, en una muy pequeña porción de la extensa Avenida Santa Fe, el espíritu de uno de los fenómenos culturales más relevantes que Argentina supo contener, tomó lugar. La pequeñez de las circunstancias parece no tener relación directa con la intensidad, el recorte no llega a Puente Pacífico ni a Plaza Italia, ambos puntos muy cercanos del epicentro de la escena. Pero allí, en las inmediaciones de un Palermo Groove que en minutos se colmará, el fuego de ese espíritu crece. Pogopedia estuvo allí para hoy contarte como es ir a la Kermesse Redonda, la celebración a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota que brinda Sergio Dawi, Semilla Bucciarelli y Tito Fargo, junto a invitados.

La intensidad del fenómeno nunca supo identificarse con un número específico de seguidores. A lo largo de su historia, han sido 10, han sido 100, han sido miles, han sido cientos de miles. Nunca se trató de cuantos, sino de quienes y como. Por eso, las aproximadamente 1500 personas que se amuchan en los kioscos y locales de la cuadra lindera a Groove, a eso de las 8 de la noche del sábado, son más que suficientes para que, por un momento, podamos sentir que estamos de vuelta ahí, esperando para volver a dejar que el espíritu de Patricio Rey nos atraviese en alguna de sus formas, con la intensidad de siempre.

El plano de lo físico, todo lo que vemos, naturalmente ha cambiado. El marco de la imagen lo da el Metrobus e incluso el promedio de edad delata la artificialidad del viaje temporal que nos disponemos a hacer. La mayoría de los presentes oscilan entre los 30 y los 40, ya no son aquellos adolescentes que cortaban la calle que fuera necesaria cortar y que pateaban la puerta que necesariamente debía ser pateada. Sin embargo, la edad no es una característica digna para el análisis. Más bien, lo importante parecen ser las insignias que los visten y que cada uno luce con orgullo, se leen: Tandil, Mendoza, Salta, Gualeguaychú, Olavarría.

El ingreso se da con calma, entre cervezas y botellas varias que quedan del lado de afuera y los primeros cánticos que empezamos a entonar. Groove nos recibe de forma cálida. Mejor dicho, la muchedumbre empieza a calentar Groove. Pero entiéndanlo, es un calor fraternal, es un calor que se enciende con la sonrisa y la ansiedad de los presentes que, ya entrados en el hechizo del tiempo, esperan con alegría lo que va a ser una noche más cantando las mismas canciones de siempre. De hecho, atentando contra este texto, me permito “spoilear” el resto. Ir a la Kermesse Redonda no es más que eso, cantar y vibrar las mismas canciones de siempre (lo que para nada quiere decir que sea poco).

Con rapidez, las luces bajan y quien encabeza a Los Decoradores, la banda que nos acompañará las próximas dos horas y media, es Sergio Dawi. La imagen también distorsiona el pequeño viaje en el tiempo. Su vestimenta ya no tiene tanto que ver con aquellos pantalones negros y con aquel sombrero turco, ambos inmortalizados por las cámaras del mítico Racing del ’98. Más bien se lo ve sobrio, acompañado por un sobretodo pero llevando como carta de presentación al factor común que lo une con aquel de Racing, su dorado saxo. Detrás de él, Semilla Bucciarelli se hace presente con su bajo, pero elije quedarse al margen, postura que mantendrá durante toda la noche. La tríada redonda se completa con Tito Fargo en la guitarra, un peldaño más arriba y en penumbras. Y con el resto de Los Decoradores en escena llega la explosión.

El primer tema que sonó el sábado fue “Vencedores Vencidos”, pero incluso contar esto parece anecdótico. Dawi, Bucciarelli y Fargo podrían decidir arrancar con cualquier canción de la discografía de los Redonditos de Ricota. Realmente cualquiera de los 9 fabulosos discos que la componen. Y el espíritu de Patricio Rey tardaría menos de un segundo en volver a edificarse frente a los presentes y atravesarlos. Por eso no es relevante el número de asistentes. 10 son suficientes para que el viaje se pueda desarrollar con total normalidad. Porque si hay algo que será seguro, es que esos 10 van a dejar la piel en cada canción, entonándolas como toda la vida lo han hecho. Sintiéndolas como en sus casas, como en Obras hace 30 años, como en Racing hace 20, como hace 2, 3 o 4, en los lugares que sus remeras indican que han estado.

Ir a la Kermesse Redonda es, como dijimos, mucho más que “volver a escuchar y cantar las mismas canciones de siempre”. Es volver a sentir ese abrazo de la familia que deposita su esperanza y su corazón en esas frases inoxidables, volver a sentir por unas horas que el sueño puede ser real (porque la intensidad sería la misma si enfrente nuestro estuvieran aquellos que faltan), y corear cada uno de los riffs que jamás, jamás nos vamos a cansar de escuchar. La lista de temas, en relación con las intenciones de este humilde comentario de la noche del sábado, parece pasar a un segundo plano. Lo relevante, no me quedan dudas, es la vigencia, la crudeza y el poder de un espíritu, de una identidad que va a vivir para siempre y que por suerte aún tiene estos epicentros.

Claro que ese es el mérito de ellos, en esta ocasión, de Dawi, Bucciarelli y Fargo. Hombres que lo han visto todo, que han tenido enfrente infinidad de pogos y multitudes enardecidas. Personas que realmente han podido ver cosas que nadie, a excepción de los miembros de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, pudo ver jamás. Porque no habrá nunca un fenómeno así y porque no puede haber más de una banda que sea la más grande de Argentina. Porque esa fue, es y será Patricio Rey (me hago cargo, mi nombre está abajo) y las cosas que pasaron frente a ella solo la pudieron experimentar ellos. Que ahora, en un gesto para con su gente, se dedican a revivirla con la mayor frecuencia que pueden. Se encargan de bajar del pedestal que la historia les ha concedido, para poder llevarle a sus redonditos ese éxtasis que tan bien nos hace. Y lo hacen demasiado bien.

Como mencioné antes, delinear que es lo que específicamente sucedió en la ocasión del sábado en Groove, es en vano. La experiencia va más allá de los temas que suenen o no suenen. Primero porque todos aquellos que lo hagan serán recibidos con gargantas enardecidas y pies que se despegan una y otra vez del suelo. Y segundo, porque ese es el mérito de Patricio Rey, necesitar de cualquiera de sus chispas, en cualquier momento y lugar, para volver a hacerse presente con la misma intensidad de siempre. Por eso el mérito de la Kermesse Redonda y sus integrantes es tan grande, porque a pesar de contar con ese lugar asegurado en la mesa chica de la cultura de este país, no dejan de encargarse de que esa chispa efectivamente haga combustión, una vez más, en nuestros corazones. Y así, volver a la Avenida Santa Fe liberados y extenuados, como el resultado de todo acto catártico.

Crónica por Piero Nápoli
Fotos por Hernán Huguet

 


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