Julian Casablancas en Vorterix: Con hambre de más

En menos de 7 meses el neoyorkino volvió a nuestro país para darnos (una vez más) todo su amor.

Hace no más de siete meses atrás escribimos una reseña sobre la presentación de los Strokes en el Lollapalooza de este año, remarcando el lazo especial que se terminó de formar entre la banda y nuestro país. Hoy Julian Casablancas vuelve a suelo argentino con su proyecto (pseudo?) solista, Julian Casablancas + the Voidz, y la realidad es que pocas cosas cambiaron.

Revisando un poco el historial del cantante en nuestro pais, nos damos cuenta de que esta sería la primera vez que lo veríamos mano a mano en un ambiente más íntimo y 'exclusivo', ya que en todas sus visitas anteriores, sea con los Voidz o los Strokes, se presentó en el marco de algun festival masivo (BUE, Personal Fest o Lollapalooza). Y por si fuera poco, esta visita en particular se encuentra bajo la lupa de muchos, ya que la primer presentación como solista en nuestro país (en el Lolla 2014) dejó a muchos insatisfechos y con ganas de más.

Como ya es su costumbre, una de las primeras cosas que hace Jules luego de bajarse del avión es recorrer un poco la ciudad, y si el día lo permite, hacer algo de deporte. Así es como en la mañana del sábado la banda buscó la canchita mas cercana y se armó un picadito con la gente del staff (incluso invitaron a participar a dos fans que estaban husmeando por ahí). Julian se divierte y se le notan las ganas de jugar, pero también se le nota la pereza. Cualquier pelota que pase y se aleje apenas unos centimetros de su pie, es demasiado arriesgada como para ir a buscarla. Daría lo mismo que esté en la otra punta de la cancha ¿no?.




Para cuando el partido termina, las fotos del picadito ya aparecieron en las redes y se corrió la voz de la llegada del artista a nuestro país, congregando decenas de fanáticos en las puertas de su hotel en Puerto Madero.

La noche del sábado en Colegiales comienza lentamente a nublarse, y una hora antes del show una lluvia torrencial irrumpe violentamente, invitando a todos aquellos que están haciendo tiempo en la puerta del Teatro a ver a los chicos de Rey Pila, la segunda banda encargada de telonear.

Una vez dentro, vemos Vorterix casi repleto, pero curiosamente no se escuchan ni aplausos ni cantitos. Acá no está la hinchada de los Strokes ni el público casual, sino aquellos fieles seguidores que le dieron una chance a esta propuesta solista y les gustó lo suficiente como para bancarlo en vivo.

El silencio termina momentos antes de las diez de la noche, cuando las luces se apagan y los Voidz comienzan a aparecer en el escenario de uno a la vez. El último en mostrarse es obviamente Julian, quien entra comiendo algo que en un principio nos cuesta distinguir. ¿Una fruta quizás?. Segundos más tarde, lo que tenía en su mano es arrojado al público y efectivamente nos damos cuenta de que se estaba clavando unas frutillas. Así es como aparece Julian, la frutillita del postre.

El show arranca con uno de los temas mas recientes de la banda, 'Wink', y el público automáticamente se levanta. La masa de gente empieza a saltar y corear y gritar como si la última visita de Julian a nuestro país hubiera sido hace 20 años. Sin embargo, arriba del escenario algo no parece ir en sintonía con lo que está pasando abajo. Durante los primeros cinco temas, el cantante parece distraído, casi hasta preocupado. Julian entra y sale de escena y apenas mira a su público, dándole la espalda en varias ocasiones para quedarse mirando fijo a la batería.

El resto de los Voidz se mantienen en sus lugares y se limitan a sus instrumentos. La única excepción es "Beardo", el guitarrista que acompaña la siniestra del frontman. El excéntrico violero no se cansa de tirar mirádas cómplices al público, celebrar los coros de los solos y regalar púas en agradecimiento hasta el final del show.

De pronto, sin explicación alguna, el cantante nos alivia con un tierno "¡Hola!" seguido de varias palabras que, entre la distorsión de su micrófono y los gritos de las fanáticas que están en la valla, se nos hacen imposibles de oír. Tedioso.

A partir de acá, todo fue viento en popa. Ya con Julian despavilado, el bajo anuncia que se viene 'Where No Eagles Fly' y la fiesta continúa. El neoyorkino comienza a revolear el micrófono al mejor estilo de Roger Daltrey (aunque con un poco más de paja), y terminado el tema, aparece el clásico 'Olé, Olé', que sorpresivamente le canta a los Voidz y no únicamente a su líder. Lindo gesto.

Pasada la mitad del show, aparecen los regalos. Un corpiño negro llega hasta Julian (el cual cuelga durante algunos temas sobre el micrófono para luego secarse el chivo de la frente) seguido de una rosa roja, la cual recoge sonriente. Intenta agradecer en nuestro idioma, pero rápidamente vuelve al inglés: "Sueno como un pirata borracho cuando trato de hablar español".


A esta altura elpúblico ya se toma ciertas libertades y muchos comienzan a pedir temas a los gritos. 'Human Sadness' de pronto se convierte en un coro unánime, y el cantante se voltea hacia sus colegas para tirar: "¿La tocamos? Ya que lo pidieron tan amablemente". Terminado el tema, Julian reflexiona, y dice en un tono más serio: "Hablando de 'Human Sadness', qué mierda lo que pasó con ese chico. Santiago, ¿no?".

Nuevamente la gente comenzó a hacer pedidos, y lo próximo en sonar fue 'Instant Crush', el tema que Casablancas sacó junto a Daft Punk, seguido por 'Crunch Punch'. Lo que nadie se imaginaba hasta ese momento, es que ese sería el último tema de la noche. "No nos vamos nada, que nos saquen a patadas" es el canto que elige el público para intentar invocar nuevamente a los Voidz (recurso que funcionó en el Lolla de este año y nos consiguió no uno, sino dos bises de los Strokes). El ritual se extiende durante más de 10 minutos, pero la esperanza de los presentes se viene abajo cuando las luces del teatro se prenden completamente y el personal de seguridad comienza a despejar el lugar. Afuera ya no llueve, y nos ponemos a hacer un balance del show, mientras decenas de fanáticos se apiñan en la puerta del Teatro Vorterix para intentar ver por una última vez a su ídolo, antes de que se suba a la combi y regrese al hotel.

Luego de 3 años, Julian y los Voidz tuvieron su revancha en Argentina, demostrando que ya tienen un publico fiel que no está obsesionado exclusivamente con The Strokes. Gracias a este proyecto paralelo, Julian y compañia nos traen una experiencia refrescante y nos permiten escuchar nuevos sonidos, que saltan desde la electrónica hasta el punk pesado.  Tuvimos la suerte de haber tenido al cantante de buen humor (a pesar de que le llevó varios temas demostrarlo), juguetón y cariñoso con su público. Una suerte que, por ejemplo, Brasil no tuvo, días atrás.

A pesar de que presenciamos un show sólido, no podemos evitar sentir que nos quedó un sabor agridulce con esta visita. Instrumentalmente hablando la banda suena impecable, pero por momentos ahoga la voz de su líder, y si bien el setlist de Argentina fue ligeramente más largo que el de las fechas anteriores que los Voidz venían haciendo, el show duró con suerte más de una hora, dejando a todos los presentes con ganas de más. Quizás este sea uno de esos placeres únicos que están ideados para durar poco. La medida justa. El problema está en que a pesar de su reciente visita, Argentina tenía hambre de Casablancas.

Por esta vez nos quedaremos con las ganas, pero somos gente sensata y apelamos a la diplomacia: si Julian vuelve en otros seis meses, sin dudas lo perdonaremos.

Fotos: Cristhian Gamarra
Crónica: Santino










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