Garbage en el Luna: Pink Power
Shirley y su banda se presentaron en el Luna (sin Butch Vig) en un show con algunos incidentes.
“Frontgirl” no es un término habitual en el rock ni en la música en general, pero a Shirley Manson le queda como anillo al dedo. Con el pelo rosa, pelada a los costados y un vestido con flequillos, amarillo y fluorescente, descrestó con el poder de su voz y sacó a flote el recital de Garbage en el Luna Park.
Aunque incompletos, tras la baja de Butch Vig por una aguda sinusitis, la escocesa fue escoltada por sus eternos compañeros Steve Marker, Duke Erikson y un fresco pero sólido Eric Avery. Tras su entrada puntual, predominaron los clásicos. Iniciaron con los sonidos electrónicos de Supervixen y sin preámbulos, irrumpieron con el hit I Think I’m Paranoid para un agitado campo armado de múltiples generaciones. En seco, dieron paso con una base bailable a Stupid Girl y mantuvieron la intensidad con Automatic Systematic Habit y Blood for Poppies.
“Muchas gracias”, en castellano, fue el primer acercamiento de Manson con el público. Fue entonces cuando expuso su autoridad. Agradeció a los Utopians, quienes telonearon el show con una Bárbara Recanati a punto de dar a luz, y a su público porque reconoció “que los tickets no son baratos”. Les expresó su admiración y respeto dedicandoles The Trick Is to Keep Breathing, seguida de un despliegue de guitarras a cargo de Erikson y Marker como introducción a Sex Is Not The Enemy.
Blackout y Magnetized fueron los aperitivos para la presentación de “Strange Little Birds”, último trabajo discográfico de Garbage con el que apostaron a un sonido tirando a lo industrial, con letras inquietantes y sombrías. Reavivaron lo alternativo con el agite de Special y Version 2.0, para volver a las sombras de #1 Crush que compaginó correctamente con la reciente Even Though Our Love Is Doomed y demostrando la versatilidad del pelado Duke en los teclados.
Y mientras el punk se adueñó del escenario con Why Do You Love Me y Bleed Like Me, Manson tuvo otra demostración de coraje: “Alto, ahora mismo. Hay suficiente mierda en este mundo para traerla a los conciertos”, sentenció mientras señalaba una pelea entre dos pibes en el campo. Frente el abucheo del público por el aberrante momento y antes de pedir disculpas por la interrupción, la cantante aclaró: “Ustedes no tienen que ver esto, tan dulces, tan jóvenes, cuando sean adultos será más horrible. Y no querrán vivir con eso, créanme”.
Superado el disgusto, Shirley tiró un poco de hip hop con Shut Your Mouth y pasó con fuerza a Vow, en la que metió partes del estribillo de Don’t Hurt Yourself, gran tema del exitoso álbum “Lemonade” de Beyonce junto a Jack White. Después, bajó las revoluciones y sentada a los pies de batería, comenzó a cantar la melancólica Only Happy When It Rains acompañada por los teclados, para luego empezar a saltar y revolotear con Push It y desaparecer por unos minutos del escenario mientras el público la solicitaba con el “olé, olé, olé, Garbage, Garbage”.
Y entonces, el inminente final. Con la sensualidad de Queer y el último sencillo Empty, Shirley y su equipo defendieron el nuevo álbum y demostraron que está a la altura de toda su discografía, dejando Cherry Lips (Go Baby Go!) como la frutilla del postre. El cierre constató a Manson como una gran comandante, enterró su aspecto de niña buena cuando su gruesa voz retumbó en las paredes del estadio y soltó frases como: “No necesitas tener una pija grande, ni tetas grandes, podés tener el pecho plano, y aun así ser adorable”. Reflejó sus cincuenta años con madurez e histrionismo, recorrió la tarima sin la parafernalia que caracteriza los shows actuales y dejó claro que los Garbage saben lo que hacen cuando se suben a un escenario.