ÉL MATÓ EN VORTERIX: MI DÍA FAVORITO DEL MES
En una serie de tres conciertos consecutivos, la banda argentina siguió demostrando por qué son los más grandes del indie nacional
Casi con puntualidad inglesa se abrió el telón a las 21hs para dar inicio al segundo show de Él mató un policía motorizado dentro del Teatro Vorterix, lugar conocido por ellos, ya que se presentaron más de veinte veces a lo largo de seis años.
El instrumental "La síntesis O'Konor" empezó a climatizar la velada para una noche eterna que repasaría toda la carrera del grupo platense, focalizándose en su último disco, el cual sería tocado en su totalidad.
Sin decir palabras pero relacionándose con gestos y miradas, Santiago Motorizado genera una conexión especial con el público, logrando que lo vean como un amigo. Después del mantra por excelencia, "Nuevos discos, nuevas drogas", el líder levantó el pulgar sonriendo, mostrando satisfacción y saludando a las más de 1300 personas en el recinto:"¿Cómo la están pasando, amiguitos y amiguitas?"
La mezcla entre el punk y el kraut se homogeneiza en vivo y los patrones rítmicos simples se funden con el noise de las guitarras y el mosh interminable del público, que por momentos es un integrante más de Él Mató. Las canciones lo-fi de sus primeros trabajos discográficos renacen con el sonido en vivo de la banda, que cuenta hace más de diez años con Chatrán Chatrán como miembro oficial en los teclados y a Pablo Mena como invitado en la percusión.
"Quiero enfrentarme a todos / no me importa", grita Santiago alzando su simbólica espada mientras la gente surfea entre sus pares y sale despedida por la valla al tempo de "Ahora imagino cosas" perteneciente a su último trabajo. "Gracias por venir esta segunda noche, que siempre es la mejor", declara jocosamente el bajista, quien cambiaría el día referido dependiendo de la función.
Las luces estallan en colores azul y rojo y se mantienen así durante todo el espectáculo, como si cada una representara con su color los últimos dos longplays, La dinastía Scorpio (2012) y La síntesis O'Konor (2017) los responsables de que esta banda indie (en todas las acepciones que pueda tener esta palabra) pueda llenar teatros con la facilidad que tendría alguna agrupación extranjera. Con La Dinastía Scorpio consiguieron pulir su sonido sin perder la esencia, un disco lleno de himnos que le debe su éxito a Eduardo Bergallo, ingeniero de sonido y de mezcla. La Síntesis O'Konor, grabado en el mítico Sonic Ranch, sembraría la duda de cuál es el límite entre underground y mainstream, ¿qué pasa si una banda de amigos, autodidactas musicales, funda su propio sello y luego termina tocando para más de 5000 personas?
A pesar de los visibles problemas que tenía el Chango con sus retornos in-ear, el show transcurrió sin pausas ni errores. El intervalo de mayor duración se dio al finalizar "El mundo extraño", mientras la gente arrebataba el riff de guitarra del finalizado tema para ponerle letra: "Oh, dale Él Mató, dale Él Mató, dale Él Mató". "El fuego que hemos construido", pieza que cierra su segundo disco, sería la encargada de hacer lo mismo con la primera parte del recital.
De vuelta en el escenario tras unos minutos para secar el sudor y pensar qué temas vendrían a continuación, el sexteto volvió para interpretar "Madre" de su EP del 2015 El tesoro. A pesar de los anuncios de que el hit "Chica de oro" sería el último tema, la banda siguió a pedido del público. En la mejor versión de ellos, sonó el himno "Más o menos bien", que con su letra interpela a toda una generación y hace ver el vaso medio lleno a quien lo ve medio vacío, y viceversa.
Las últimas dos canciones pertenecieron a los EP's Un millón de euros (2006) y Día de los muertos (2008), de su primera trilogía que tiene inicio en Navidad de reserva (2005). Esta trilogía encarna "Una navidad más real, más suburbana, más melancólica" en palabras de su compositor. Ahí es donde aparece "Mi próximo movimiento", que tiene todos esos componentes, intensificados por la gente, que sigue saltando como si fuera la primera canción, o como si no quisieran escuchar la letra.
"Ey, espero que vuelvas / Ey, chica rutera" son las únicas siete palabras en "Chica rutera", que van creciendo en intensidad, absorbiendo la energía de la pared de sonido conformada por todos los instrumentos. La canción toca su clímax y termina con un ralentando sosegado, acompañado de aplausos que siguen el ritmo, hasta que suena el último acorde y las palmas se dispersan y desordenan, agradeciendo la noche y demostrando que siempre van a estar de nuevo acá, hasta el final.
El instrumental "La síntesis O'Konor" empezó a climatizar la velada para una noche eterna que repasaría toda la carrera del grupo platense, focalizándose en su último disco, el cual sería tocado en su totalidad.
Sin decir palabras pero relacionándose con gestos y miradas, Santiago Motorizado genera una conexión especial con el público, logrando que lo vean como un amigo. Después del mantra por excelencia, "Nuevos discos, nuevas drogas", el líder levantó el pulgar sonriendo, mostrando satisfacción y saludando a las más de 1300 personas en el recinto:"¿Cómo la están pasando, amiguitos y amiguitas?"
La mezcla entre el punk y el kraut se homogeneiza en vivo y los patrones rítmicos simples se funden con el noise de las guitarras y el mosh interminable del público, que por momentos es un integrante más de Él Mató. Las canciones lo-fi de sus primeros trabajos discográficos renacen con el sonido en vivo de la banda, que cuenta hace más de diez años con Chatrán Chatrán como miembro oficial en los teclados y a Pablo Mena como invitado en la percusión.
"Quiero enfrentarme a todos / no me importa", grita Santiago alzando su simbólica espada mientras la gente surfea entre sus pares y sale despedida por la valla al tempo de "Ahora imagino cosas" perteneciente a su último trabajo. "Gracias por venir esta segunda noche, que siempre es la mejor", declara jocosamente el bajista, quien cambiaría el día referido dependiendo de la función.
Las luces estallan en colores azul y rojo y se mantienen así durante todo el espectáculo, como si cada una representara con su color los últimos dos longplays, La dinastía Scorpio (2012) y La síntesis O'Konor (2017) los responsables de que esta banda indie (en todas las acepciones que pueda tener esta palabra) pueda llenar teatros con la facilidad que tendría alguna agrupación extranjera. Con La Dinastía Scorpio consiguieron pulir su sonido sin perder la esencia, un disco lleno de himnos que le debe su éxito a Eduardo Bergallo, ingeniero de sonido y de mezcla. La Síntesis O'Konor, grabado en el mítico Sonic Ranch, sembraría la duda de cuál es el límite entre underground y mainstream, ¿qué pasa si una banda de amigos, autodidactas musicales, funda su propio sello y luego termina tocando para más de 5000 personas?
A pesar de los visibles problemas que tenía el Chango con sus retornos in-ear, el show transcurrió sin pausas ni errores. El intervalo de mayor duración se dio al finalizar "El mundo extraño", mientras la gente arrebataba el riff de guitarra del finalizado tema para ponerle letra: "Oh, dale Él Mató, dale Él Mató, dale Él Mató". "El fuego que hemos construido", pieza que cierra su segundo disco, sería la encargada de hacer lo mismo con la primera parte del recital.
De vuelta en el escenario tras unos minutos para secar el sudor y pensar qué temas vendrían a continuación, el sexteto volvió para interpretar "Madre" de su EP del 2015 El tesoro. A pesar de los anuncios de que el hit "Chica de oro" sería el último tema, la banda siguió a pedido del público. En la mejor versión de ellos, sonó el himno "Más o menos bien", que con su letra interpela a toda una generación y hace ver el vaso medio lleno a quien lo ve medio vacío, y viceversa.
Las últimas dos canciones pertenecieron a los EP's Un millón de euros (2006) y Día de los muertos (2008), de su primera trilogía que tiene inicio en Navidad de reserva (2005). Esta trilogía encarna "Una navidad más real, más suburbana, más melancólica" en palabras de su compositor. Ahí es donde aparece "Mi próximo movimiento", que tiene todos esos componentes, intensificados por la gente, que sigue saltando como si fuera la primera canción, o como si no quisieran escuchar la letra.
"Ey, espero que vuelvas / Ey, chica rutera" son las únicas siete palabras en "Chica rutera", que van creciendo en intensidad, absorbiendo la energía de la pared de sonido conformada por todos los instrumentos. La canción toca su clímax y termina con un ralentando sosegado, acompañado de aplausos que siguen el ritmo, hasta que suena el último acorde y las palmas se dispersan y desordenan, agradeciendo la noche y demostrando que siempre van a estar de nuevo acá, hasta el final.
Fotos cortesía de www.soloparaentendidos.com por Mel Guil
Crónica por Manuel Latorre
Crónica por Manuel Latorre
Juancin
Excelente nota! Aguante El Mató!