EDITORIAL POGOPEDIA: Nadie merece morir en un concierto de rock

Después de la tragedia en Olavarría, llamamos a un momento de seria reflexión, en una encrucijada de la cual todos formamos parte.

Los sucesos acontecidos en el trágico show de Carlos Alberto Solari muestran, una vez más, la eterna, molesta y creciente hipocresía nacional. Repasemos. En la segunda mitad de la década de los 90s, debutó en TyC Sports un programa que duraría casi 12 años. Se llamaba "El Aguante". Un programa de carácter cultural y periodístico (ya que lo conducían dos periodistas), y que atravesó la etapa más decadente de la historia nacional. Antes y después del 2001.

El programa, consistía en mostrar "la pasión y el folclore del fútbol" representados en las barras bravas. Cada emisión mostraba a varias hinchadas del fútbol argentino, saltando y agitando con cantos que, en general, eran amenazantes o discriminatorios o racistas o todo eso junto. De vez en cuando, algún barrabrava legitimaba con su testimonio en cámara, varias acciones comunes de las hinchadas: robar banderas a otras hinchadas "enemigas", cagarse a piñas con la Policía y con barras bravas rivales, ir con armas y falopa a la cancha, "correr" y matar a un hincha adversario.

Esos mismos periodistas, junto con el canal que emitía el programa y, por ende, la productora que lo financiaba, eran los primeros en anunciar partidos de fútbol como "batallas" o "guerras" y eran quienes si algún jugador, equipo o entrenador tenían un mal partido, los condenaban públicamente al punto de que estos no pudieran salir a la calle por temor a que atenten contra su integridad física. Esos mismos periodistas, eran los primeros -también- en salir a repudiar enérgicamente un hecho de violencia en una cancha, la mala educación de la gente en las tribunas y los episodios lamentables que se vivían cotidianamente en un estadio de fútbol.

¿Por qué nos enfocamos en esto? Porque en la época que empezó "El Aguante", casualmente, el rock argentino estaba siendo testigo de muchas cuestiones claves que marcarían su historia.



Foto: LA NACION / Alejandro Casamayou

En los 90s, Argentina atravesó la economía salvaje de libre mercado, la decadencia social y educacional del país y el crecimiento de la pobreza y la delincuencia a raíz de todo esto. Fue lo que marcó el fin de una etapa de creatividad y talento casi puro del rock argentino. Con el crecimiento de la pobreza y la mala educación, las bandas y solistas que venían de la corriente ochentista, estudiada, culta e intelectual en muchos casos, quedaba abstracta y poco clara. ¿Cómo comprender un tema de Spinetta si no comprendemos un texto básico?

Emergieron las bandas barriales. Las que no buscaban la riqueza musical o artística sino el apoyo masivo de la gente. Este movimiento, se originó en la segunda mitad de los 80s, con bandas cuyos integrantes y seguidores, pusieron como excusa su interpretación de lo que significaba "mantener las raíces", para no dejar en evidencia que, a pesar de tener un público construído, no fueron elegidos por las productoras y discográficas más importantes del mundo artístico para vender en otros países su música, en contrapartida a las bandas más pop del género rockero como Soda Stereo o Virus, entre otras, que salieron a conquistar el continente con el apoyo total de estas compañías.

Entonces decidieron ponerse "en contra" del mainstream. Comenzaron a decir que ellos tocaban "por la gente" y no por el dinero y la fama. Bandas como Sumo, La Renga, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (la banda de Skay Bellinson y Carlos Solari), las cuales tenían varios años ya de carrera, fueron las exponentes de este movimiento que se acentuó varios años después con el rock barrial de fines de los 90s.

Lo de la "cultura del aguante" es un eufemismo para justificar todo lo que se hace mal pero "con garra", cuando se es incapaz de hacer autocrítica y siempre apuntando con el dedo lo que sea exitoso de manera comercial. Insistimos: no es casualidad que esta corriente cultural de escaso contenido, haya surgido en la época más decadente de la cultura social, política y económica de este país.

¿Con esto estamos atacando al rock barrial? No. Cualquier expresión artística es válida. Lo que sí estamos haciendo, es tratar de poner los puntos sobre las íes en cuanto a ciertas actitudes que todos los que alguna vez fuimos a un recital, vemos cotidianamente y muchas veces nos callamos la boca por más que nos indigne.

"El aguante" no se traduce en una banda o en el género del rock barrial. Se traduce en justificar todo, por más que se haga mal, cuando hubo una intención de hacer algo noble. No es casualidad que critiquemos a bandas que han hecho las cosas de manera más profesional que otras para posicionarse y veneremos a las que llegan "de abajo" con "corazón" y con "garra".



Foto: LA NACION / Mauro V. Rizzi / Enviado especial

Es el resentimiento eterno del que se estancó o fracasó y no acepta que a otros les vaya bien. Increíblemente, el fracaso se suprime con la única manera de poder figurar: "Mirá el aguante del público. Sin nosotros no son nada". Esa mala costumbre de poner al público por sobre el artista fue la que produjo una tragedia como la de Cromañón.


Las tragedias en eventos musicales son, muchas veces, inevitables. Podríamos nombrar cientos de ellas en distintas partes del mundo en los festivales y lugares más prestigiosos. En este país, salvo contadas excepciones, las tragedias son evitables. Ya sea por un tren sin frenos, o por un recital organizado en un antro. Estamos tan sumergidos en esa "cultura del aguante" que ya no sólo es la música o el fútbol. Es la vida. Justificamos todo. Naturalizamos todo y entendemos que todo es "normal" porque pasa siempre. 194 muertes en un antro de mala muerte. Pasaron más de 12 años de aquella primer gran tragedia originada por "el aguante". Ese rock barrial que trasladó toda esa cultura nefasta de las hinchadas (ojo, nos encanta el folclore del fútbol, siempre y cuando no sea con violencia) del fútbol al rock, fue el responsable directo, junto a la corrupción empresarial y estatal, de la muerte del rock argentino.

Omar Chabán, responsable de un ícono de nuestra cultura como fue Cemento, fue acusado por el dedo público como el responsable de aquella tragedia. Preso, decrépito y, a la larga, muerto como una hormiga en una prisión de mala muerte. ¿Tenía responsabilidad? Claro. Él manejaba el lugar, él organizaba la fecha junto con la banda. Tanto Chabán como Callejeros fueron responsables. Pero... ¿quién habilitó el lugar? Claro, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En ese momento, varios funcionarios cayeron en la volteada. Pero el Jefe de Gobierno -Aníbal Ibarra- no estuvo un sólo día preso. Es que la cultura del aguante, además de justificar la falta de racionalidad, también justifica la incongruencia. Como muchos aman a la banda, la defienden a toda costa y atacan a otros responsables. Todos fueron responsables de la tragedia que se llevó a cabo en Cromañón.

Pasaron 12 años. Hoy, el máximo exponente de la cultura popular. Carlos Alberto "El Indio" Solari. Ayer Callejeros, o La Renga, o La 25, o quién fuese. Otra vez una tragedia.

Insistimos. Las tragedias son evitables. ¿Cuántas veces pasó que un show estaba tan colmado de gente que el líder de la banda tuvo que parar el show para pedir que la gente se calmara un poco y diera un par de pasos hacia atrás para que los que están en la valla no exploten como una bombita de agua? Pasó y pasa en cada show que Pearl Jam da en nuestro país. Pasó en los shows que dio Guns N' Roses en su regreso a Argentina. Pasó con Iron Maiden en River cuando cedieron las vallas. ¿Pasa seguido? Definitivamente sí. ¿Es evitable? Definitivamente sí.

Este señor, Solari, sabe que tiene al público más polémico de la cultura popular. Alberga gente de todos los estratos sociales, desde los más altos hasta los más bajos, todos mezclados en la denominada "misa ricotera". Sí, es una deídad para mucha gente. Así como lo es Maradona (la Iglesia Maradionana....) o Carlos Monzón. Es que la cultura del aguante necesita de ídolos intocables, como si se tratara de un ser que no es terrenal. Quizás tiene que ver con lo religioso (llamar "misas" a los recitales...). La mística tiene que ser grande porque el argentino la tiene que tener grande. "El Indio es lo más grande que hay", "Maradona es lo más grande que hay", "Argentina es lo más grande que hay". Esa misa se traduce en cientos de miles de personas, muchas veces de escasos recursos económicos, gastando tiempo y dinero para movilizarse de la manera más incomóda, a un lugar remoto del interior del país para ver de forma, todavía más incómoda, a su ídolo.

Con Los Redonditos de Ricota hubo incontables episodios de violencia que incluyen muertes, violaciones, robos, disturbios, y millones de etcéteras ¿Estamos con esto atacando a los fans de los Redondos o a los Redondos o al rock barrial? No. Que quede claro: no. Estamos hablando de un rasgo característico de nuestra sociedad, que se ve reflejado, en gran parte, en estos sucesos.

El Indio Solari es el primer consciente de todo esto. No es la primera vez que pasa. Como no era la primera vez que un boludo encendía bengalas en un show de Callejeros. El Indio Solari vio que algo andaba mal y frenó el show como lo hizo el Pato Fontanet en Cromañón. Los dos siguieron igual. Porque "mirá si suspendemos... ¿qué hacemos con toda este gente?" (porque ese es uno de los comentarios más escuchados en la organización del show).

Llegamos al punto de que "nuestro aguante" implica que si no se hace lo que queremos, rompamos todo... porque sí. Y si nos reprimen o nos detienen, son todos unos hijos de puta.

El señor Solari, por bancar su "aguante", realiza pocos shows con la excusa de padecer un millón de problemas de salud y la persecución ideológica de parte de casi todos los medios y el Estado. El hecho es, que con esa excusa, genera en sus seguidores más fieles una mística inexplicable. No sólo eso, sino que lo inexplicable está en que muchísima, muchísima gente, va a los shows del Indio para ver a la gente. Es decir, la cultura del aguante tiene su propia hinchada.

Por supuesto, un caldo de cultivo para la tragedia. Sin normas claras, sin autoridad, con poca o nula organización y muchísimos asistentes que buscan justificar su mediocridad, haciendo quilombo en un show de música.

¿Qué buscamos decir con todo esto? Los medios que hoy condenan este ritual nefasto de "la misa ricotera" son los que antes de ayer, cubrían casi con exclusividad "la procesión" de la gente hacia cada lugar en el que Solari tocaba. Así como todos los que festejaban "El Aguante" en TyC Sports repudiaron la violencia que ellos mismo generaban.

Echar culpas en este momento es lo más fácil que hay... y también lo más estúpido. Todos son responsables. Absolutamente todos. Basta de ser correctos con algo que no lo es hace más de una década. Todos sabemos lo que genera en el colectivo imaginario un recital del Indio. "Uh, pero siempre hay quilombo", "afanan mucho", "lo ves a mil metros y no se escucha".  En el predio La Colmena podían entrar, según lo que dijo la Fiscalía de Olavarría, 200 mil personas. Entraron casi el doble. Se pueden ver en este momento, varios videos de testigos que cubrieron en las entradas cómo la gente se coló de sobremanera. Esa gente también es responsable. Carlos Solari es responsable. La productora es responsable.


EL INTENDENTE DE OLAVARRÍA ES RESPONSABLE DIRECTO POR HABER HABILITADO EL LUGAR PARA UN EVENTO DE TAL MAGNITUD.

Llama poderosamente la atención que el Intendente diga que, como era un evento privado, esto no lo toca, ya que en 1997 el intendente de la misma ciudad firmó un decreto para que Los Redonditos de Ricota no toquen en Olavarría por los posibles disturbios que se pudiesen generar antes y después del show.

Foto: LA NACION / Alejandro Casamayou



Si no se empiezan a poner de manifiesto los problemas que tenemos como sociedad, esto va a seguir así y las tragedias se van a multiplicar. Si al leer esto, estás pensando que no queremos que en un recital de rock se baile, se salte y se grite, estás equivocado. Nosotros lo que estamos diciendo, es que se puede hacer de manera responsable. Algo que en nuestro país no pasa. ¿Cómo vamos a respetar al otro si no nos respetamos a nosotros mismos permitiendo que desde una intendencia, desde una productora y nuestro propio ídolo nos falten el respeto como lo hacen?

Hay dos muertos. Varios heridos y muchas preguntas. El señor Solari sacó un comunicado diciendo que los medios venden pescado podrido. Es que nos olvidamos de un detalle de los 90s. Este señor está acostumbrado a tirar este tipo de comentarios y vivir en el pasado. Cuando Los Redonditos estaban en su auge, no había internet. El misterio de la noticia llegaba lento y de un mensaje como el que hoy sacó este señor, se hacía mística contra los gigantes de la información. Hoy en día todo se sabe al instante y parece ser que el Sr. Solari se olvidó que, con un celular, uno puede filmar los ingresos de un predio sin seguridad, con gente colándose a mansalva, dejando en evidencia la negligencia que hubo.

Si nosotros no cambiamos esta mentalidad estúpida de "el aguante", vamos a seguir permitiendo que se cometan crímenes y negligencias evitables. No todo es justificable, no todo es sacrificable. Legitimar un episodio como este, es faltarnos el respeto entre nosotros. Nunca más debería pasar algo así.



NADIE MERECE MORIR EN UN CONCIERTO DE ROCK




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