Ciro y Los Persas en River: Todo queda en familia
Ciro volvió a River después de 9 años, esta vez con Los Persas pero sin dejar de celebrar a Los Piojos
El pasado sábado 15 se marcó un nuevo hito en la historia de nuestro rock nacional. Pero para Andrés Ciro Martinez no fue sorpresa, no fue una estadística para los libros, no fue una foto en un anuario. Para el líder de los ya consagrados Persas, fue la línea de llegada, fue la meta que allá por el 2009 supo que iba a alcanzar después de recorrer un camino incierto con cautela y con paciencia. Promediando la hora y media de show, nos revela el secreto: “Cuando Juan (Ávalos, su guitarrista principal) me preguntó cual era mi idea, si hacer una banda, ensayar, yo le dije: mi idea es tocar en River”. Esa idea hoy es un hecho que te contamos en Pogopedia.
La tarde estuvo cargada de buenas compañías. Desde temprano el estadio de River Plate se tiñó de una anunciada atmósfera piojosa con cada uno de los teloneros. Sonaron Chuky de Ípola, La Que Faltaba (banda del querido Micky Rodríguez) y La Chilinga, la murga que tiene al frente a Daniel Buira, la cual se distribuyó en cada una de las bandejas y en el campo del Monumental, que para las 22 horas ya estaba convertido en esa mítica masa de gente que hacía tiempo no veíamos por ahí.
Y sin hacerse esperar demasiado, esa masa deliró cuando las luces se apagaron y un enorme elefante (presente en la tapa de Naranja Persa 2) se erigió sobre el escenario con ojos furiosos, penetrantes. “Banda de Garage” fue la encargada de abrir un show que recorrió muchos matices con un denominador común: el inagotable carisma de Ciro quien despliega, a diestra y siniestra, cada uno de los hilos que conducen el show. Un adelanto de esos matices se materializa de inmediato cuando suena “Desde Lejos No Se Ve” y la celebración se dispara. No habrá tiempo para la nostalgia.
De hecho, la contundencia de Los Persas como proyecto no se manifiesta solo por el enorme estadio que ahora mismo, los abraza. Se manifiesta, también, en una lista de temas que genera un vaivén indistinto junto con Los Piojos y que no deja a ningún tema en desventaja. Bajo este concepto es que iremos llegando a los momentos sublimes del show, a caballo de “Prometeo”, “Me Gusta”, “Canción de Cuna”, “¡Juira!” (con el pequeño hijo de Ciro desplegando bailes de Fortnite con audacia, en la punta de una pasarela más que caliente) y la espectacular “Dientes de Cordero”, entre otros.
Micky Rodríguez es el primer eslabón del rompecabezas que hace presencia. El bajo de “Tan Solo” se dispara hacia cada uno de nosotros para convertirse en uno de los más cantados de la noche. Las intenciones de Ciro comienzan a develarse, como también su sentir. Su retorno triunfal a River es parte de una carrera que no podría haber sido sin los invitados que desfilarán por el escenario. Por esto mismo es que Ciro se va y le regala su momento a Micky, quien interpreta una de las joyas de la noche: “Fijate”.
Así seguirá deslizándose el recital que ya es un intercambio de chistes, risas, tiempos y energías constante. Sonaron “Dale Darling” y “Caminando”, para luego dar lugar a “Pistolas”, nuevamente con la presencia del hijo de Ciro, esta vez, en las voces. Es un síntoma del momento de su vida. El espectáculo que nos regala a sus bien llevados 50 años se trata también de eso, del momento en familia y la comunión. Se nota en el amplio espectro de público que abarca desde chicos a caballito de sus padres hasta los abuelos de esos chicos, se nota en la química que tiene con su hijo (quien se anima sin ningún tapujo a cantar frente a un River repleto). Se nota también, en el ritual que está en camino.
Poco a poco, el momento que todos esperaban desde la confirmación de la fecha se acerca, se construye de a porciones. Chuky de Ípola, Daniel Buira y Micky Rodriguez se suben al escenario y junto con Ciro conforman la reunión de Los Piojos que hoy nos podemos permitir. Es una formación que en efecto nunca tuvo lugar, pero que en River lleva a esta noche a ser más histórica de lo que ya era. Junto con Juanse Ávalos y Rodrigo Pérez en las guitarras el público pudo vibrar con “Ando Ganas”, “Verano del ‘92” (con La Chilinga en escena), “Babilonia”, “Luz de Marfil” y “Ay Ay Ay”. Es un momento distinto, un momento de conexión entre los músicos, entre ellos y el público. Es el momento que paga la entrada. Es, paradójicamente, el momento que Ciro esperó poder tallar desde aquel día que confesó su ambiciosa idea. Es el momento que quedará en los anuarios y el que sabremos jactarnos de haber podido vivir.
El hechizo no se rompe aún cuando suena “Ciudad Animal”, uno de los clásicos del segundo disco de Los Persas, quien ya recompuestos se mudan al extremo de la pasarela para sentir el fervor de un campo que nunca los dejó a pie. Sonaron dos clásicos ineludibles: “Antes y Después” y “Como Alí”, conservando esta constante relación binaria (sumamente equilibrada) entre los dos proyectos. Desde allí, presentan “Dice”, uno de los singles de Naranja Persa 2 y siguen con “Morella”, la cual resultó ganadora en una votación a mano alzada contra “Los Mocosos”. Sin dudas, la intensidad llega a su punto máximo cuando todos, absolutamente todos, gritamos que “la tumba está vacía”. Y con “Servidor”, la banda deja el escenario.
Volverá, obviamente. Como también volverá a inflarse el maquiavélico elefante para cerrar una noche histórica. Pasadas las 2 horas y medias de recital, arrancó con furia “Fantasmas” y los clásicos espectros se hicieron presentes en River. La furia se extiende con “Similar” y Ciro da lugar a su ya clásico juego con el público. “Ultimo tema de la noche…”, “sí, sí”, “no, no”, “si, si, si”, “no, no, no”, que se extiende hasta el estallido con la introducción de “El Farolito”. La furia se vuelve carnaval y se dilata en el cóctel que se arma con “El Balneario de los Doctores Crotos”, y "Muevelo". El recital se termina con “Astros” y lamentándose, Ciro nos explica con consciencia de padre: “íbamos a tocar uno más, pero por orden municipal tenemos que desalojar el estadio”.
De eso se trató, al fin y al cabo. De un hombre maduro con destellos de inmadurez adolescente. Que se reinventó con una idea fija y que logró consolidar con entereza, reuniendo a su familia de sangre y a su familia del alma, ambas participes del rotundo éxito de su carrera. Con la presencia de un público mixto de edades, distinto de aquel que presenció el final de Los Piojos, ahí mismo, en ese mítico escenario de la cultura de recitales argentina. Se trató de que quedara todo en familia, se trató de sentirse a gusto con esa fórmula. Y se trató de él, del sujeto que ahora entona el himno nacional argentino con su armónica, en un Monumental iluminado, para convertirse ahí mismo y para siempre, en el primer músico en llegar a River con dos bandas distintas.
Crónica: Piero Nápoli
Fotos: Cortesía Ciro y los Persas Oficial.