Hasta 2008, Korn era una de las pocas cuentas pendientes para el público argentino. Aquella primera visita en la que compartieron una noche del Quilmes Rock con Ozzy Osbourne dejó en claro el poder de fuego sobre los escenarios de Jonathan Davis y compañía, al punto que hasta empalideció el cierre de la jornada a cargo del ex Black Sabbath. Ese show también comprobó que había un nutrido público que los esperaba. Dos años después y en un espacio cerrado como el Luna Park, Korn detonó todavía con más fuerza y confirmó que Buenos Aires ya es casi una cita obligada en cada tour.
Antes de que tocara Korn, granizó de una manera asesina en Buenos Aires. Muchos autos que llegaban al estadio estaban abollados y las caras de ojete no se disimulaban. Hubo gente que no llegó debido al temporal y mucha gente llegó mucho más tarde luego de que el show arrancara.
El escenario resultó particularmente austero. Un enorme telón de fondo negro con el logo de la banda, una pantalla a cada lateral del escenario y luces correctas, pero sin mayor desarrollo fueron el marco para que la banda hiciera de las suyas. El show comenzó con una sutileza. La climática balada "4U" funcionó como una intro ideal para que estallara "Dead bodies everywhere" y con ella todo el estadio. El Luna Park no paraba de saltar.
Sobre el escenario queda más que claro que Jonathan Davis (voz), Munky (guitarra) y Fieldy (bajo), son el corazón -y los propietarios- de Korn. Los tres toman la parte de adelante del escenario y se comen casi todos los segundos de las pantallas. Pero no suenan solos. Más atrás -y sin posibilidades de moverse de su sector-, se ubican los músicos invitados Ray Luzier (batería, el más permanente del lote), Shane Gibson (guitarra) y Zac Baird (teclados). Más allá de las diferencias de cartel y facturación, juntos forman una unidad atronadora.
Está claro. Korn fue la piedra angular del nü metal y no hay quién les pueda quitar la chapa. Sin Davis y compañía sería difícil imaginar a este subgénero. Muchas veces subestimado a partir de la aparición de decenas de clones, Korn encabezó una huida hacia delante, una búsqueda y hallazgo creativo, que determinó otra estética, emociones e influencias para la música agresiva. Pero de la misma forma que lo inventaron, lograron atravesar el nü metal. Incorporaron máquinas, otro sonido, más oscuridad y le ganaron la batalla a las modas sin renunciar a su personalidad. Hoy ya son una parte de la historia del metal.
El show duró casi dos horas y no aflojó en ningún momento. Korn sonó como una verdadera máquina y un Luna repleto siguió sin ahorrar garganta ni transpiración cada una de las canciones. "Coming undone" (con un fragmento del clásico de Queen "We will rock you"), "Falling away from me", "Did my time", "Freak on a leash" (la definición más exacta de qué es Korn) y la mítica "Blind" fueron los puntos más altos de la noche.
Como indica el protocolo, los Korn se fueron del escenario después de la incendiaria descarga de "Blind". La gente pedía más y quedaba claro que lo habría. Minutos después, Jonathan Davis tomaría el centro de la escena armado de su clásica gaita. Era el turno de "Shoots and ladders" y el estadio se venía abajo con los simples acordes del instrumento que más emociona a Davis. La brutal "Clown" y la ganchera "Got the life" cerraron un show sin fisuras.