De aquellos lacios perfectos dignos de la época glam, al perfil de un tipo común pisando sus 50's. Cantrell parecía un padre de familia, pero no por eso perdió su toque. En el caso de Jerry, el pelo no es la fuente de su poder sino su virtud y talento para tocar y cantar durante todo el show. Muy pocos violeros tocan con la precisión y prolijidad de este tipo y se notó en el Luna Park.
Como es sabido, el sabor agridulce de la fecha fue que la voz original de Alice In Chains no iba a estar (Layne Staley falleció el 5 de abril de 2002 -sí, exactamente 8 años después de que Kurt Cobain se pegue un corchazo- por una sobredosis de merca y heroína. El cuerpo lo encontraron dos semanas después... se nota que la canción de Roberto Carlos con Layne no aplicaba). En su lugar, William Duvall se hizo cargo de cantar en Alice In Chains desde el regreso de la banda en 2006. Y si todavía quedaban dudas de si el reemplazante podía hacerlo, bastaba con cerrar por un momento los ojos para confirmarlo. DuVall no sólo canta bien y tiene la personalidad suficiente como para ocupar ese lugar, sino que camina el escenario y golpea las cuerdas de su guitarra con una insolencia incomparable a la de Staley. Y ahí es donde radica su mérito, el de desmarcarse casi por completo de la figura que lo precedió.
El show tuvo todos los condimentos de una banda que supo ser parte protagonista de uno de los movimientos más icónicos de la historia de la música. Arrancando como un tractor con Them Bones y Damn That River, Alice In Chains eligió empezar al palo para desarrollar luego su ambiente sombrío con una decena de temas viejos. Sus últimos dos discos (en los que canta Duvall), fueron recibidos casi con igual excitación que los clásicos.
Llegó ese momento donde era imposible no ver lágrimas. No sólo en los treintañeros que vivieron más de cerca la época sino en varios jóvenes que quizá no habían nacido cuando salió Facelift, pero que siguieron toda la historia de la banda por internet a través de los años y supieron identificarse con los músicos. Cuando Cantrell le dedicó Nutshell (encima) a Layne, todo el Luna Park se tiñó de una tristeza curiosamente elegante, casi como si se tratara de una ventana en directo hacia un pasado glorioso que se chocaba con el inevitable final. Tal como dice el último verso de Nutshell, "si no puedo ser yo mismo, me sentiría mejor muerto".
Las bandas grunge, salvo contadas excepciones, no vinieron en su época de mayor popularidad a nuestro país. ando Pearl Jam tocó por primera vez la Argentina, en noviembre de 2005, el aire que se respiraba en el estadio de Ferro era diferente, distinto al de sus dos visitas posteriores a La Plata y Costanera Sur. Sin el marketing viral ni los tweets que lo califiquen como imperdible antes de que suceda (y como inolvidable después), el concierto así lo fue, pero por mérito propio. El clima que se vivió anoche en el Luna Park para ver por primera vez en vivo a Alice in Chains tuvo algo de eso, y un poco también del primer concierto que dio acá Stone Temple Pilots. Si bien las tres bandas fueron agrupadas en una misma movida, siempre marcharon por distintos caminos musicales y tuvieron diferentes niveles de popularidad. ¿Cuál fue, entonces, el denominador común entre estas tres noches? Que todas sirvieron para saldar una deuda pendiente con la adolescencia y juventud de cada uno de los presentes.
